El aparato refleja la mera fricción con estas sustancias, aunque se haya producido con horas de antelación.
La prisión de Villabona ha instalado una máquina capaz de detectar si una persona ha tenido contacto físico con drogas o explosivos, que permitirá ejercer un mayor control sobre los presos que salen de permiso y regresan a la cárcel y los visitantes al centro penitenciario. Se trata de una iniciativa pionera de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, que por el momento sólo se lleva a cabo en media docena de cárceles españolas, entre ellas la asturiana. En sólo segundos, la máquina revela si una persona tocó o incluso si llevó encima algún tipo de sustancia estupefaciente o explosiva, aunque hayan pasado varias horas desde el contacto.
Su funcionamiento es sencillo: la máquina tiene una especie de «tiritas» desechables que se colocan en una empuñadura conectada al aparato. Esa tira es la que se desliza por el cuerpo -manos, ropa... - de la persona a la que se quiere registrar. A continuación, se separa y se inserta en el interior de la máquina, como si se tratara de un billete de metro. En pocos segundos, el aparato es capaz de reflejar en su pantalla las sustancias que se han tocado -cocaína, heroína, hachís, entre otras drogas, varios tipos de explosivos...- y el grado de contacto (por proximidad en el tiempo). La máquina está instalada en la entrada del dentro penitenciario, junto al escáner y el arco detector de metales.
Con este aparato se pretende estrechar aún más el control sobre el tráfico de drogas en Villabona. El detector se aplica a todos los presos que regresan de permiso a la cárcel, para evitar que introduzcan estupefacientes en el interior, y también a las visitas que van a comunicar con los internos o a los «vis à vis». Estos últimos son una de las formas más habituales de introducir drogas en la cárcel.
De esta forma, si la máquina alerta de contacto con drogas, los funcionarios se ponen sobre aviso con los presos «sospechosos». En el caso de los visitantes, un cartel colocado a la entrada de la cárcel advierte de las consecuencias: si la máquina arroja resultados positivos (hubo contacto), se les solicita permiso para someterlos a un cacheo. En el caso de que se nieguen, podrán irse, pero se les negará la visita al preso y tendrán que marcharse sin verlo siquiera.
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